Puedo
afirmar que la luna
desde allá
afuera alumbra
a un ebrio
enamorado
que compone
desentonado
mil versos a
su amada
que puede
quedar algo alocada.
En su calle
adueña incoherencia
pero algo
queda de coherencia
pues al
cielo a proyectado
que Dios ha
quedado impresionado
de unas
palabras tan sincera
por entregar
la vida entera.
Aquí se
detiene
y con gracia
sostiene,
aunque el
tiempo no lo asemeja:
que al niño
no aleja,
porque la
travesura es tan tierna
que siempre
pilla a la morena.
Sus gritos
dicen ¡basta!
pero bien
que le encanta,
por eso no
deja de creer
que la
complice nunca lo deja de convencer.
Y nuevamente
se detiene
y con frio
sostiene:
que no
desiste al polluelo
que se
acurruca en su cuello
en busca de
ese calor
que termina
siempre en fervor.
Así que
mejor feliz duerme
antes de que
se me enferme
y al poco
tiempo despierte
pensando que
tiene suerte
de que a su
lado amanece
la morena
que lo enternece.
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